Tuesday, September 11, 2012

Cada nota retumbaba en mis oídos


Fernando Andrade

Me despertaron las luces en la carretera. Apenas podía abrir los ojos. Era de madrugada y faltaban algunas horas para llegar a nuestro destino. Tú manejabas, y los dos compañeros del asiento trasero dormían. El ambiente era helado, pues viajábamos con la refrigeración en el nivel más alto.

En el estéreo, sonaba el disco de Mogwai que escuchamos varias veces durante el viaje. Para ser exactos, la canción que escuché al despertar fue la de Hunted by a Freak.

Recuerdo la atmósfera de desolación creada por los guitarrazos al escapar de las bocinas, y el vacío en el estómago que me provocaba. No era la banda sonora perfecta para un viaje nocturno, pero el disco seguía ahí, en repeat perpetuo, y nadie presionaría el botón de expulsar.

Cada nota retumbaba en mis oídos y me hacía pensar que la canción estaba basada en nuestra historia. Imaginé que yo era una presa desamparada y tú, a lo lejos, buscabas el momento perfecto para jalar el gatillo. En tus dominios, predecías todos mis movimientos, siempre un paso adelante. Que sólo era cuestión de tiempo para rendirme ante la emboscada.

Qué equivocación la mía. Mi sangre ya estaba completamente drenada, mis pedazos ya vendidos al carnicero de la colonia. Mi cabeza disecada, clavada en tu corredor. Felicidades. Como los cazadores, supiste aprovechar el momento de confusión. Con astucia, reconociste en mis ojos, el brillo de quien ha visto muy poco. Eso fue así.

Claro, me faltaba mucho para saberlo. Uno va por la vida desconociendo que ya fue destazado, y está listo para consumo. Con la tranquilidad que sólo puede brindar la ignorancia, cerré los ojos, y me dejé arrullar por la misma melodía con la que los había abierto, creyéndome listo para tu siguiente ataque.

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