Tuesday, September 11, 2012

Tres Cigarros.


Axel Valdez

No teníamos nada. La sala era un sillón que ya estaba allí cuando llegamos. Tenía los resortes hundidos de un lado, pero estaba al chingazo para pasar el rato. La cocina era una parrilla eléctrica que encontré en un tianguis una vez y que pusimos arriba de una java de madera que hacía las veces de alacena. Dormíamos encima de un par de cobijas, y si hacía frío quitábamos una y nos la echábamos encima.

La neta, nunca nos agüitamos. O no sé, a lo mejor mi morra sí, pero nunca dijo nada. Yo era bien feliz pasando las noches hablando de las rolas que nos gustaban, de cuando estábamos morritos, o de las cosas que íbamos a hacer cuando tuviéramos dinero.

Hablábamos por turnos mientras fumábamos cigarros de los más baratos: Boots, Faros, Alitas, lo importante no era que estuvieran buenos, sino poder comprar más. Cuando estás así de jodido tienes que asegurarte de siempre tener cigarros, porque en esos días en los que no hay ni para sopas Maruchán, cuando ya no tienes ni madre qué comer, tres cigarros seguidos te revuelven el estómago y te quitan el hambre.

Ah, mi morra. Si me la encontrara ahorita, después de todo este tiempo, no le diría nada. Ni siquiera le preguntaría por qué no se despidió. Cuando tocas fondo las reglas son diferentes.

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